...La curiosidad es hija de la ignorancia y la Madre de todas las Ciencias...
Giambattista Vico
1668-1744
A medida que el hombre se adentraba en los mares, la inquietud por debelar los misterios de este desconocido mundo se iba acrecentando. Los primeros datos que debieron registrar los navegantes antiguos probablemente fueron referentes a la profundidad. En pinturas y murales egipcios con más de 3.000 años de antigüedad hay escenas de marineros que, desde sus embarcaciones, sostienen una cuerda con una pesa en el extremo para registrar las profundidades. De esta manera localizaban las aguas más profundas para poder navegar cerca de la costa. Por otra parte, era de suma importancia conocer la ubicación de las rocas y bancos de arena para evitar accidentes durante la navegación.
En ese
periodo, la curiosidad griega, y fundamentalmente su afán por llegar a la
verdad mediante el conocimiento se extinguieron. La ciencia dormitó por más de
mil años, durante los cuales no hubo progreso alguno respecto al estudio del mar.
Después de la del Challenger hubo otras
exploraciones semejantes, como la del vapor Tuscarora, perteneciente a Estados
Unidos de América y cuyo personal científico investigó el fondo del Océano
Pacífico. Con las muestras de los fondos marinos tomadas del Challenger y otros
barcos, sir John Murray realizó los estudios que fueron la base de la
oceanografía geológica.
Giambattista Vico
1668-1744
El momento exacto del encuentro del hombre y el mar es
totalmente desconocido. Planteémonos este escenario:
Un grupo de primitivos humanos abandona las llanuras
africanas en busca de zonas con mayor cantidad de recursos. Siguiendo el cauce
de algún río, con el pasar del tiempo, se topan con un impresionante paisaje
ante sus atónitos ojos, he ahí la inmensidad del mar azul.
Por su puesto que el hombre ya conocía el medio acuático al haber habitado las riberas de lagunas y ríos, pero nunca antes habían presenciado un cuerpo de agua aparentemente infinito.
Por su puesto que el hombre ya conocía el medio acuático al haber habitado las riberas de lagunas y ríos, pero nunca antes habían presenciado un cuerpo de agua aparentemente infinito.
No es difícil imaginar por qué el mar siempre ha despertado
en el hombre una mezcla de temor y curiosidad. Las primeras incursiones del
hombre en el mar quizás fueron para más para obtener alimentos que como medio
de transporte.
Pescaba con arpón, con trampas y con redes a lo largo de las
playas. Hacía su sedal de tiras de cuero, y su anzuelo de espinos o de huesos.
Los moluscos eran abundantes, y no requería de más herramienta para abrirlos
que una piedra. El mar representaba una barrera. La pesca mar adentro era
desconocida para esos individuos, debido a la dificultad y los peligros que
entrañaba aventurarse en el mar con pequeñas canoas y balsas. Posteriormente se
dieron cuenta de que el océano era una senda abierta para viajar.
Las movilizaciones terrestres no eran muy fáciles en esos
tiempos, reconsiderando que existían los peligros de enfrentamientos con tribus
enemigas, que junto con lo agotador de cruzar a través de montañas y desiertos,
comprometían en gran medida la travesía. Por otra parte el mar, se asomaba como
una alternativa para aquellos con el valor y las habilidades para incursionar
en las aguas. El mar estaba entonces reduciendo las distancias.
Esta situación pudo haberse dado en diferentes partes del
mundo más o menos al mismo tiempo.
Todas las culturas tienen relatos y registros sobre su
relación con el mar. Desde los esquimales hasta los fenicios, en cada zona
costera habitada por el hombre se desarrollaron o adaptaron diferentes formas
de hacerse a la mar. Canoas, kayaks, balsas, piraguas, dieron paso con el
tiempo a embarcaciones más grandes y estables que permitían adentrarse cada vez
más en el inmenso océano y alcanzar
mayores distancias.
Los datos históricos colocan a los pueblos de la cuenca del
mediterráneo de hace unos 3.500 años, como los pioneros de la navegación en
aguas abiertas. Los egipcios y cretenses desarrollaron técnicas de construcción
de embarcaciones que posteriormente fueron adoptadas y mejoradas por los
fenicios, quienes dominaron el comercio marítimo en el mediterráneo y más allá
de las Columnas de Heracles.
A medida que el hombre se adentraba en los mares, la inquietud por debelar los misterios de este desconocido mundo se iba acrecentando. Los primeros datos que debieron registrar los navegantes antiguos probablemente fueron referentes a la profundidad. En pinturas y murales egipcios con más de 3.000 años de antigüedad hay escenas de marineros que, desde sus embarcaciones, sostienen una cuerda con una pesa en el extremo para registrar las profundidades. De esta manera localizaban las aguas más profundas para poder navegar cerca de la costa. Por otra parte, era de suma importancia conocer la ubicación de las rocas y bancos de arena para evitar accidentes durante la navegación.
Mientras más estaba el hombre en contacto con los mares, más
preguntas se le presentaban: ¿Por qué el mar es salado?, ¿Por qué cambian las
mareas?, ¿Hasta dónde llega el océano?, ¿Por qué el nivel del mar no se
incrementa con las lluvias y las descargas de los ríos? ¿Cómo se producen las
olas? ¿Cómo respiran los animales marinos?
Aristóteles
Muchas preguntas fueron respondidas a través de mitos
asociados con las creencias religiosas, pero algunos pocos comenzaron a observar
estos fenómenos naturales y buscar explicaciones más allá de la superstición.
Los primeros datos que podría considerarse científicos estarían a cargo de los
filósofos, sin embargo, los conocimientos limitados de la época, no podían
concluir más allá de especulaciones.
El macedonio Aristóteles, padre de la biología entre otras
ciencias, describió los primeros esbozos del ciclo del agua, deduciendo que "las
lluvias incesantes y el flujo de los ríos no llegan a hacer crecer el nivel del
océano porque el Sol evapora el agua, que se vuelve a condensar en forma de
lluvia, estableciéndose un ciclo continuo que va del agua al vapor, y del vapor
al agua otra vez”. Su interés por el estudio de los seres vivos se inclinó en
gran medida hacia los animales marinos de los cuales realizo detalladas
descripciones de su morfología, costumbres y ciclos de vida.
Estudió las
características y el comportamiento de los peces, y en sus escritos dejó una
interesante descripción sobre el desarrollo embrionario del pulpo y de la sepia
o jibia. También se percató de que existen tiburones, a los que llamó gáleos,
que ponen sus huevos en su interior y forman una especie de placenta. Por otro
lado, separó de los peces verdaderos a las ballenas y delfines, al observar que
estas dos especies respiraban aire. Además, estudió a las esponjas, las
anémonas, algunos caracoles y el erizo, entre otros.
Serranus cabrilla
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Murex brandaris
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Aplisina aerphobia
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Anemonia sulcata
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Octopus vulgaris
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Sepia orbignyana
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Las observaciones realizadas por los navegantes y pescadores
han sido desde los comienzos de los estudios de los océanos una gran fuente de
información, que por otra parte compartían y divulgaban en cada puerto donde
atracaban.
Estas observaciones podrían haber servido de base a pensadores como
Pitágoras para desarrollar su teoría del movimiento de la tierra.
Los navegantes en su afán de descubrir nuevas rutas
comerciales y territorios le han dado a las ciencias marinas grandes aportes.
Nombres como Nearco,Piteas, Hanon y Claudio Ptolomeo son referencia obligada al
hablar de la navegación en la edad antigua.
Durante la expansión del imperio romano, los avances en el
conocimiento del mundo marino se estancaron. A fin de evitar sublevaciones de
los pueblos conquistados, destruyeron sus puertos y evitaron su reconstrucción
obligando al mundo a regresar a la tierra. Por otra parte, el mayor daño que
pudieron hacer los romanos a las ciencias y a la humanidad en general fue
incendiar la Biblioteca de Alejandría, lugar donde reposaban más de diez siglos
de conocimientos dentro de los cuales se encontraban escritos sobre las
ciencias del mar. A partir de esta destrucción, las viejas leyendas y
tradiciones volvieron a tomar fuerzas, y el conocimiento de los pensadores de
Europa occidental decayó cada vez más. Sólo se mantuvo alguna inquietud
científica en el cercano Oriente, donde ciertos hombres leían las obras
griegas.
Ilustracion del incendio de la Bibiloteca de Alejandria
Otras culturas por su parte, también se
habrían dejado atraer por el poderoso océano. Los pueblos nórdicos conocidos
como Vikingos, fueron exploradores de gran afán y pericia. Desarrollaron ágiles
embarcaciones que les permitieron llegar acceder a tierras a las cuales otros
no eran capaces o no se atrevían a llegar, de hecho, existen evidencias que
sugieren intercambio comercial y asentamientos temporales de vikingos en el
norte de América. Los exploradores nordicos mas afamados son Ohthere de Hålogaland -quien el el 890 d.C., habría navegado por la costa del mar blanco desde el norte de Noruega has alcanzar la Actual Inglarerra- y Erik Thorvaldsson "El Rojo", a quien se le atribuye el descubrimiento de Groenladia.
Erik El Rojo
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Drakkar Vikingo
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No fue sino hasta el siglo XIII, que los
hermanos genoveses Ugolino y Guido Vivaldi, decidieron volcar sus
miradas al inmenso océano en busca de una ruta marítima hacia la India y aun
cuando no se sabe el rumbo o el destino final de la expedición luego de cruzar
el estrecho de Gibraltar, abrieron paso a una nueva época de exploradores que
desafiaban los temores difundidos durante el oscurantismo.
El siglo XV y el renacimiento estuvieron
marcados por lo que se conocería como el inicio de la Era de los exploradores
en Europa. Las exploraciones marítimas y el resurgimiento de las ciencias
avanzaron de la mano.
El Infante Enrique de Portugal, hijo del rey Juan I de
Portugal, fue uno de los exponentes más destacados de exploraciones de su
época. Fundó en Sagres, población situada en el Algarve, un Centro de estudios
náuticos, geográficos y astronómicos, por el que pasaron los más destacados
navegantes y cartógrafos de la época y desde donde el príncipe organizó
diversas expediciones marítimas a las costas occidentales del continente
africano, empresas que tenían una finalidad tanto comercial como
evangelizadora.
Tras algunos viajes a las costas marroquíes
y de reconocimiento de Madeira (1418) y las Azores (1.432), en 1.434, Gil Eanes
bajo las órdenes de Enrique, inició la etapa de los grandes descubrimientos
geográficos lusitanos al doblar el cabo Bojador, límite meridional de las
exploraciones portuguesas en época medieval. Unos años más tarde, Nuno Tristão
llegó al cabo Blanco (1443) y a la desembocadura del río Gambia (1.446).
La última expedición financiada por Enrique
el Navegante culminó con el descubrimiento, en 1.456, de las islas de Cabo
Verde y del río Senegal por Alvise da Cadamosto. Gracias al patrocinio del
infante, las técnicas de navegación experimentaron un avance sin precedentes en
Portugal, progreso que, algunos años después de su muerte, permitiría a
Bartolomeu Dias doblar el cabo de Buena Esperanza y abrir una nueva ruta comercial
a Asia bordeando las costas de África (1.487).
Enrique El Navegante
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Sello postal comemorativo de Gil Eanes
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Retrato de Nuno Tristão en el billete de 100 escudos de Ultramar Guinea
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Bartolomeu Dias
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El comercio seguía siendo la principal
razón para aventurarse a la mar. Ya para esa época y quizás basados en interpretaciones
de relatos de navegantes nórdicos o en las teorías consideradas heréticas de
Galileo Galilei, existía ya la idea de podía haber un camino más corto para
llegar a la India navegando hacia el oeste.
En este sentido, Cristóbal Colón,
comerciante de nacionalidad aun en discusión, logro convencer a los reyes de
España para que financiaran una expedición que le daría a la corona
exclusividad sobre una ruta marítima más corta para el comercio de especias.
Con tres carabelas, zarpo de puerto de Palos en Huelva el 3 de agosto de 1.492
y luego de poco más de dos meses arribo a la isla Guanahani (San Salvador)
creyendo equivocadamente haber llegado a costas asiáticas.
Entre 1.492 y 1.502, Colon realizo cuatro
viajes que le otorgaron a la corona española una gran riqueza y poder gracias a
los territorios conquistados.
Comenzaba la expansión de los imperios europeos a
un continente hasta ahora desconocido por ellos. Cabe destacar que para Colon
de hecho había llegado a la India y la idea se mantuvo hasta que Américo
Vespucci, navegante y cartógrafo italiano comprobó que era un continente, y de ahí
el nombre de América.
Cristobal Colón
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Playa de Macuro, edo. Sucre Venezuela.
Este seria el paisaje que encontro Colón al llegar por primera vez al continente americano en su 3er viaje.
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Americo Vespucci
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Uno de los primeros Mapas de America como continente
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En 1513, Vasco Núñez de Balboa luego de
escuchar relatos sobre otro mar cruzando la selva de la actual Panamá, guio una
expedición que resulto en el primer avistamiento por parte de los europeos de
la costa oriental del ahora conocido como océano Pacifico, reclamo sus aguas
para su rey y lo nombro Mar del Sur. Existía ahora un nuevo reto a superar,
encontrar una ruta marítima al Pacifico.
El emperador del Sacro Imperio Romano,
Carlos V, encargo la tarea de encontrar el paso al Mar del Sur al portugués
Fernando de Magallanes. En septiembre de 1.519, luego de un fallido intento
portugués de sabotear el viajela flota zarpó de Sevilla. El contingente pasó
por el archipiélago de las Canarias, siguió viaje hasta la costa del Brasil y
dobló luego hacia el sur, donde exploró el estuario del Plata. En la bahía de
San Julián, Patagonia, la expedición se estableció para invernar, período en el
que se perdieron dos naves, una por accidente y la otra por deserción; además,
el marino hubo de sofocar un motín.
El 21 de octubre de 1.520 accedieron al estrecho
que lleva hoy su nombre que les permitió rodear el continente americano. Poco
más de un mes después, encontraban al otro lado un océano de aguas tranquilas
(que recibiría luego el nombre de océano Pacífico), ante cuya vista el
aguerrido navegante lloró de emoción.
Siguieron rumbo al norte, primero bordeando
la costa de Chile para virar luego al noroeste hacia las que se conocen
actualmente como islas Marianas (que bautizaron como Islas de los Ladrones),
sin agua potable ni provisiones frescas, y con parte de la tripulación enferma
de escorbuto. La llegada a aquellas islas les permitió reabastecerse y
continuar explorando otras islas que conformaban el archipiélago que hoy lleva
el nombre de Filipinas.
Fue en una de ellas, Mactán, donde
Magallanes cayó herido de muerte en un enfrentamiento con los indígenas, con lo
que se malogró su sueño de completar el primer viaje alrededor del mundo.
Esta
proeza correspondió al marino de origen vasco Juan Sebastián Elcano (capitán de
la nave Concepción, abandonada cerca de la isla de Cebú). Bajo su mando la
expedición completó su periplo, primero rumbo a las Molucas, para tocar tierra
de España el 6 de septiembre de 1.522; arribó una sola nave, la Victoria, con
dieciocho supervivientes a bordo y un cargamento de especias.
Aun en la actualidad, la empresa de casi
tres años y que recorrió más de 46.000 nm efectuada por Magallanes y su
tripulación, es considerada la proeza más grande en la historia de navegación,
siendo el primer registro de circunnavegación del orbe a través de aguas hasta
entonces desconocidas.
Fernando de Magallanes
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Juan Sebastián Elcano
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Ruta de la Gran Travesia Magallanes-Elcano
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La era
de los Descubrimientos, fue un nuevo empuje para el avance de las ciencias en
general, pero sobre todo de las ciencias relacionadas con el mar.
De ahí en
adelante, la geografía, la navegación, la ingeniería y la biología tuvieron una
evolución no vista desde la era dorada de los helenos. Se desarrollaron nuevos
y mejores diseños y técnicas de construcción de embarcaciones; la cartografía incorporo
mares y tierras indocumentadas que permitieron estructurar un conocimiento más
completo sobre el planeta; y se
realizaron estudios sobre la identificación, clasificación y distribución de
los seres vivos en el océano.
En relación los estudios de la vida, uno de los
aportes más importantes en este particular, fue la sistematización de la
clasificación de las especies en función de sus características.
La taxonomía tal como la conocemos hoy,
tuvo sus inicios en los trabajos de naturalistas dedicados principalmente a la
botánica. El también explorador francés, Joseph Pitton de Tournefort al igual
que el británico John Ray, plantearon es sus escritos los concepto de conceptos
de Genero y Especie que posteriormente fueran perfeccionados por el sueco Carl
von Linné en su definición del sistema de Nomenclatura Binomial, utilizado
hasta nuestros días.
Joseph Pitton de Tournefort
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John Ray
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Algunas especies marinas descritas por Linneo
Peje Burro. Anisotremus virginicus
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Atun Aleta Azul. Thunnus thynnus
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Mero Cabrilla. Epinephelus fulvus
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Lima lima
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Botuto. Strombus gigas
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Nautilus pompilius
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Millepora alcicornis
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Diploria labyrinthiformis
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Gorgonia ventalina
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El auge de de las incursiones del hombre en
el mar y la fuerte competencia por su conquista y dominio, permitió que no solo
el pensamiento mercantilista estuviera asociado a las exploraciones, sino que
además abrió un mundo de posibilidades para aquellos pensadores que veían en
los misterios oceánicos la más grande de las posibilidades de enriquecer el
conocimiento.
Los trabajos científicos se multiplicaron. Se crearon sociedades
científicas, como la Royal Society de Londres, en donde se discutían las
contribuciones de los hombres de ciencia. Esta sociedad tenía el fin expreso de
profundizar el conocimiento de la naturaleza y de realizar un estudio metódico
del océano; algo de gran beneficio tanto naval como filosófico.
Durante el siglo XVIII el protagonismo de
las exploraciones estuvo en manos de los británicos. Entre 1764 y 1795 la Royal
Navy emprendió unas diez expediciones con fines de de índole científico. Los navíos HMS Dolphin, HMS Swallow,
HMB Endeavour, HMS Resolution, HMS Adventure, HMS Racehorse, HMS Carcass, HMS
Discovery, HMS Providence, HMS Assistant, HMS Chatham, sirvieron como instrumento
para que hombres como John Byron, Samuel Wallis, Constantine Phipps, James
Cook, Sir Joseph Banks, Charles Green, Sydney Parkinson, Daniel Solander,
Tobias Furneaux, William Anderson, Johann Reinhold Forster, Georg Forster, George
Vancouver, Charles Clerke, Archibald Menzies, Alexander Cranstoun, realizaran
sus observaciones y descubrimientos.
El Cap. Phipps a bordo del HMS Racehorse,
fue el primero en tomar una muestra del sedimento del océano profundo, a unos
1.250 metros de profundidad y por su parte el famoso Cap. Cook en diferentes
expediciones logro compilar la mayor parte de la información oceanográfica
existente.
Modelo escala del HMS Racehorse
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Constantine Phipps
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James Cook
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Modelo escala del HMB Endeavour, uno de los buues comandados por el Cap. Cook durante sus viajes exploratorios para la Corona Britanica
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En 1831, J.S. Henslow propuso a Charles
Darwin participar en un viaje de circunnavegación a bordo del Beagle —buque de
la marina real inglesa al mando del capitán R. Fitzroy—, en calidad de
naturalista, puesto que así podía coleccionar, observar y anotar todo lo que
fuera digno de ello. Darwin se entusiasmó con tal propuesta. Después de dos
intentos por zarpar, debido al mal tiempo, el Beagle emprendió por fin su viaje
de investigación el 27 de diciembre de 1831. La travesía, prevista para dos
años, duró sin embargo cuatro años y nueve meses. El Beagle regresó a su punto
de partida en octubre de 1836.
Durante ese tiempo Darwin visitó,
principalmente, Tenerife y Cabo Verde; las costas de Brasil, Uruguay,
Argentina, Tierra de Fuego y Chile; el archipiélago de las Galápagos, Tahití,
Nueva Zelanda, Tasmania y las islas Maldivas, Mauricio, Santa Elena, Ascención
y Azores.
Estos recorridos le permitieron recoger un
abundante y variadísimo material, así como realizar observaciones,
fundamentalmente de la fauna y flora, tanto actual como fósil, al igual que estudios
sobre geología y mineralogía. Todo esto constituyó la base de su ulterior
actividad científica, cuyos resultados significaron una aportación para la
oceanografía, la biología y la ciencia en general.
Retrao de un Joven Darwin, como debió verse en la epoca que navego en el Beagle
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Ruta del Beagle
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Entre 1839 y 1843, los barcos Erebus y
Terror exploraron el Océano Antártico bajo las órdenes de sir James Ross, de la
Armada Real Británica. Estas expediciones fueron muy importantes, pues se
sondearon las grandes profundidades, de donde se obtuvieron varios ejemplares
biológicos. Se considera que tales estudios son los primeros que se efectuaron
en las zonas mencionadas.
En 1841, el naturalista inglés Edward
Forbes llevó a cabo su quinta expedición científica en el océano a bordo del
barco explorador Beacon. Forbes coleccionó ejemplares marinos en el este del
Mediterráneo y, después de estudiar sus descubrimientos por más de un año, en
1843 anunció que en ese lugar había identificado ocho zonas, cada una con sus
propias especies de plantas y animales.
Afirmó que mientras más profunda era el
agua, era menor el número de especies que podían encontrarse, y que a
profundidades de más de 300 brazas debía existir una zona azoica, es decir,
carente de vida. Posteriormente, se comprobó que la vida animal era abundante a
400 brazas de profundidad.
Forbes también estudió los organismos
marinos contemporáneos colectados en diversos mares del mundo; además se le
considera pionero de la biología marina moderna y uno de los fundadores de la
oceanografía biológica. Cuando demostró que el abismo contenía en realidad
seres vivientes, se abrió un nuevo campo de investigación, puesto que los
hombres de ciencia no comprendían el hecho de que existiera vida en un lugar
carente de luz y calor.
Edward Forbes
En 1862, Charles Wyville Thomson, joven
escocés discípulo de Forbes, sugirió al gobierno inglés que patrocinara una
expedición para investigar las profundidades submarinas. Seis años después, en
1868, se puso a su disposición un pequeño bajel, el Lightning, en el cual hizo
un viaje de dos meses por el lado oeste del Atlántico, donde obtuvo animales en
zonas situadas a 1 700 metros de profundidad. Al año siguiente usó un barco más
grande, el Porcupine, desde donde introdujo dragas a casi cinco kilómetros de
profundidad; del abismo sacó un gran número de animales: cangrejos, gusanos,
calamares, pulpos y peces que nunca se habían visto.
Fauna Abisal
El éxito de las expediciones del Lightning
y del Porcupine, así como el creciente interés por las profundidades del mar y
biología, llevó a la preparación del primer viaje, con objetivos exclusivamente
de investigación oceanográfica: el del barco Corbeta Challenger, de 2 300
toneladas, equipado con velas y con un motor auxiliar de motor. Lo capitaneaba
Georges S. Nares, y Wyville Thomson encabezaba al personal científico de la
expedición, que salió de Inglaterra en 1872 para empezar su viaje alrededor del
mundo.
El barco contaba con dos laboratorios, uno
de química y otro de biología, equipados con los instrumentos más modernos de
su época. También tenía una biblioteca, en la que se reunió la mayor parte de
las publicaciones existentes sobre el mar.
Durante los casi cuatro años que duró el
viaje (7 de diciembre de 1872-26 de mayo de 1876) el HMS Challenger navegó 127.600
kilómetros. Recorrió el Atlántico de ida y vuelta y, en virtud de que
permaneció gran parte de ese tiempo en altamar —exactamente 727 días—, su
travesía constituyó la expedición científica más prolongada hasta entonces.
Los científicos del Challenger trabajaron
en 362 estaciones que reunieron muestras biológicas de agua y del lodo del
fondo, y registraron las temperaturas a diferentes profundidades.
La cuestión más interesante del trabajo fue
que en esas zonas se recogió una multitud de seres extraordinarios, y a veces
grotescos, así como millares de especies desconocidas, probándose que los
abismos están habitados.
Después del regreso del Challenger, Thomson
y sus colegas ordenaron los descubrimientos científicos hechos durante el viaje
para publicarlos. Los resultados de los mismos se reunieron en 50 grandes
volúmenes, editados por el gobierno británico, en los cuales se describieron 4.717 especies marinas nuevas, además de datos físicos del océano. Esta obra
constituye uno de los mejores aportes de una expedición científica marina, pues
proporcionó bases sólidas para crear la oceanografía como ciencia.
Ese trabajo puso en relieve que, para
comprender integralmente la vida existente en el mar, es esencial tener un
conocimiento exacto de las condiciones físicas del océano. Desde entonces, la
oceanografía se ha desarrollado de una manera que ha puesto en evidencia la
relación entre las ciencias biológicas y físicas. Algunos autores consideran a
Matthew Fontaine Maury como el fundador de la oceanografía física.
Algunas ilustraciones de la fauna marina encontrada por las expediciones de Challenger y compiladas por Thomson
Estas travesías fueron patrocinadas por los
gobiernos y, en ocasiones, por empresas privadas de científicos acaudalados,
entre los que destaca Alexander Agassiz (1835-1910), ingeniero de minas que usó
buena parte de su fortuna para estudiar el mar. Valiéndose de sus conocimientos
de ingeniería, Agassiz diseñó y perfeccionó aparatos de investigación oceánica;
por ejemplo, elaboró redes muy especiales y equipo de muestreo que, en algunos
casos, siguen empleándose en la actualidad.
Agassiz se interesó particularmente en la
geología marina y su aplicación en la minería. Realizó extensos estudios sobre
los sedimentos del fondo del Océano Pacífico y sobre la topografía submarina
del Caribe.
Otro oceanógrafo acaudalado del siglo XIX
fue el príncipe Alberto I de Mónaco (1848-1922), cuyas investigaciones
—realizadas durante una serie de viajes a bordo de barcos generalmente bien
equipados— contribuyeron con muchos datos nuevos al conocimiento de la biología
marina. Utilizando botellas que dejaba a la deriva, este monarca aportó
información sobre la dirección de las corrientes oceánicas y, junto con renombrados
cartógrafos, trazó el primer mapa batimétrico de los océanos.
En 1885 efectuó numerosas campañas
oceanográficas por el Mediterráneo, a bordo de su yate Hirondelle, y más tarde
empleó yates más grandes, como el Princesse Alice y Princesse Alice II, de los
cuales fue capitán y científico.
El príncipe Alberto se preocupó además por
el uso de los conocimientos oceanográficos en torno a la pesca: creó métodos
para lograr una mejor captura de peces, como un sistema de luces eléctricas
submarinas para atraer también a otro tipo de especies. No satisfecho con todo
esto, hizo construir el magnífico y famoso Museo Oceanográfico de Mónaco, en el
cual instaló un extraordinario acuario. Fundó otras instituciones científicas,
como el Instituto de Oceanografía de París, y contribuyó a la formación del de
la Sorbona de París.
A finales del siglo XIX, las expediciones
continuaron. Las de más éxito fueron realizadas por los barcos franceses
Travailleur y Talisman, que navegaron por el Mediterráneo y el oriente del
Atlántico, desde 1880 hasta 1883. Cada barco era un laboratorio flotante:
llevaba personal científico y estaba equipado para examinar y registrar todo lo
que recogía del océano.
Uno de los mayores servicios prestados a la
oceanografía de esta época fueron los de C.R. Dittmar, quien definió las
principales sales que forman el agua del mar, iniciando con esto, propiamente,
la oceanografía química.
A partir de los trabajos del siglo XIX se
consolidó la oceanografía como ciencia, con sus cuatro ramas fundamentales: la
biológica, la física, la geología y la química. También se desarrolló una
tecnología que permitió construir el equipo para obtener y registrar las
muestras marinas. Gracias a esto, el establecimiento de laboratorios costeros
donde se analizaban los conocimientos sobre el mar cobró gran ímpetu.
La rápida evolución de la actividad
pesquera, ocasionada por la aparición de los barcos de vapor y de las redes de
arrastre a finales de esta época, hizo necesario el hecho de iniciar
investigaciones oceanográficas sistemáticas que apoyaran a esta actividad, con
el fin de que las capturas se hicieran de manera racional y dieran pie a la
organización de instituciones cuyo objetivo fuera el de aportar la mayor
información relacionada con este problema, como es el caso de la Cámara de
Pesquerías Escocesas, la Comisión de Pesca de Estados Unidos y el Congreso
Internacional para la Exploración del Mar, creado este último por el rey de
Suecia en 1901. Todo esto fue el inicio de la investigación pesquera.